La Arquitectura y la Correspondencia entre las Bellas Artes
Por Iñaki Aguirre, A-ANA.
Una de las manifestaciones en que la humanidad ha revelado a través de historia la riqueza cultural de los pueblos, es sin duda el Arte, o mejor aún, para referirnos a las distintas disciplinas estéticas en plural y no situarlas en términos abstractos: las Artes. La grandeza de una obra arrebata la atención de la mente y el espíritu de quienes la experimentan y trasciende en su fecunda grandeza para las siguientes generaciones. Desde el plano científico, los neurólogos nos enseñan que la percepción artística se deriva de los neurotransmisores que mediante impulsos químicos permiten la comunicación entre las neuronas, previamente a la decodificación cognoscitiva, como un efecto gatillo percibido a través de los sentidos. No es extraño que se le atribuya también una connotación espiritual a las obras de arte, como la plegaria cantada (cantos gregorianos) atribuida a Gregorio Magno que tiene sus orígenes desde principios de la era cristiana. Y en otro sentido y época, citando a Vasilly Kandisnsky: “el artista crea misteriosamente la verdadera obra de arte por vía mística. Separada de él, adquiere vida propia y se convierte en algo personal, un ente independiente que respira de modo individual y que posee una vida material real”.
De otra manera no sería fácil entender, por ejemplo, cómo millones de personas hacen fila en las salas del Museo del Prado o el Louvre para apropiarse de sus valiosísimas obras como Las Meninas de Velázquez, La Gioconda de Da Vinci, El Caballero de la mano en el pecho de El Greco, o la Majas de Goya, por mencionar algunas. Ni como ha influido de manera distinta y determinante en algunas personas la Balada Nº 1 de Frédéric Chopin; como lo expresó el premiado director James Kent en su documental para la BBC: “Chopin me salvó la vida”. En un caso más extremo, entender la reacción psicosomática que ha provocado la ciudad de Florencia en algunos visitantes ante la exuberancia de la belleza; lo que los psiquiatras bautizaron como el Síndrome de Stendhal, en relación al escritor de dicho pseudónimo por su reacción patológica ante la impresión experimentada dentro de la Santa Croce de Florencia.
El Arte es, sin duda, un tema que interesa a cualquier persona que guste de las Humanidades y de la Ciencia, pero ¿qué encierra la relación entre las Bellas Artes? De estudiante en la Escuela de Arquitectura descubrí con sorpresa que se profundiza en temas como ritmo y armonía en materia de Composición, que aunque son temas que me parecían exclusivos de la Música, pertenecen también a la Poesía, a la Pintura, el Cine y la Danza. En un sentido incompleto y frío, así como en la Música una partitura es un concentrado de signos complejos plasmados dentro de un conjunto de cinco líneas paralelas y horizontales, en la Arquitectura un plano constructivo son líneas, números y signos. Me atrevo entonces a decir que tanto la partitura como el plano constructivo, son instructivo de melodías, de tonos, silencios, intensidades, o de materiales, trazos, alturas, y niveles, etc.
Claro está que antes de ellos, en la capacidad creativa del autor se gestó un proceso intenso y profundo de estudio y reflexión, de análisis y síntesis, y probablemente también un soplo de auténtica inspiración; dispuestos a alcanzar el fin de ambos: el que sea interpretada y ejecutada con la mayor fidelidad y belleza posible la sinfonía arquitectónica o la musical.
El arquitecto Juan Herreros, con una profunda vocación académica, habla de la línea en términos constructivos: “Las líneas pesan, miden, cuestan dinero, hay que ponerlas en la obra, hay que subirlas a tantos metros de altura. Las líneas hay que construirlas. La construcción es una herramienta fundamental del proyecto”. Herreros bien sabe -y con maestría-, que el fin no es el proyecto, ni siquiera lo es la obra construida (sin ser habitada no tendría sentido alguno); sino el resultado vivencial (funcional y estético) que produce la obra en el morador.
Si hablamos de la Pintura, la pincelada no es una sucesión de puntos como la línea en la Arquitectura; son más bien veladuras e impastos de pigmentos y solventes que van construyendo la obra con todo un contenido de conceptos, arquetipos y experiencias del pintor en ella, que en algún momento el artista compartirá. Es entonces cuando la corporeidad de la materia prima pierde peso y surge la sensibilización estética en el espectador.
En el mismo sentido, aunque se tiene en altísimo aprecio el trabajo del constructor de guitarras de concierto, que elige casi con veneración el abeto o el cedro rojo más selecto de décadas de secado natural para la moldear la caja armónica de su guitarra y forjar mango y diapasón, el valor y su obsesión por encontrar las mejores maderas no está en el construir un mueble (sin un solo clavo, por cierto), sino en su búsqueda hacia la perfección del sonido que el músico hará emerger de ese instrumento único, como única e irrepetible será cada obra interpretada por el músico.
En el Siglo XIV, el arquitecto Filippo Brunelleschi amplió su propio repertorio hacia la Pintura y Escultura, de la misma manera que Lorenzo Bernini -quien fué uno de los más grandes escultores de la época en el Siglo XVII- amplió sus horizontes hacia la Arquitectura. Para el arquitecto Álvaro Siza, el dibujo es “una manera de liberación del espíritu y de relación directa con el pensamiento y su apertura al exterior, también como reflexión a la interioridad y su relación con el exterior, tanto de nosotros como de los otros”. Nuestro admirado arquitecto Ignacio Díaz Morales decía a sus discípulos, basado en la frase de San Agustín, “sean poetas y hagan lo que quieran”.
Podríamos seguir enumerando ejemplos de artistas y obras multidisciplinarias a través de la historia, pero en particular me llama la atención una obra de Eduardo Chillida, escultor contemporáneo: “tenía la intención de crear un gran espacio vacío dentro de una montaña, que sea para todos los hombres. Vaciar la montaña y crear tres comunicaciones con el exterior: con la luna, con el sol y con el mar, con ese horizonte inalcanzable”; lo que realizó magistralmente en el proyecto no construido para la montaña de Tindaya en las Islas Canarias, en un ejercicio de arquitectura-escultura.
Es probable que las distintas artes pertenezcan a sensibilidades diferentes pero, ¿son entonces las artes caminos distintos para llegar a un mismo valor?, ¿es ese valor estético lo que Marco Vitrubio denominaba Venustas, sin el que una obra construida no podría llamársele arquitectura?, ¿por qué razón alimenta la belleza el corazón del hombre? Probablemente nuestra búsqueda de la belleza se adelanta a la fría razón tal como lo hace el horizonte, pero el artista en su íntima afinidad con el espíritu la logra alcanzar creando un puente con lo deseado.
Fotos 1, 2 y 3: David Martín del Campo, A-ANA.